Cuando
una personalidad se impone indiscutiblemente como jefe de un partido
y cuando este partido obtiene la mayoría en el parlamento,
habitualmente su jefe nombre como ministros a los políticos que
parecen más capaces, lo que no quiere decir que sean realmente
competentes, sobre todo cuando se encargan de Economía y Hacienda.
Sin
embargo, todos los políticos que tienen cierto valor y mucha
elocuencia y facilidad para las maniobras políticas y electorales
aspiran, después de un cierto tiempo de ministros, a llegar a ser
jefes de gobierno. Por esto, con frecuencia, el jefe de gobierno que
no ha conseguido imponerse definitivamente en su partido o en la
coalición de partidos que detentan la mayoría ( pero que conoce
bien las ambiciones de sus futuros rivales) se esfuerza por
apartarles y por escoger de preferencia como ministro a los políticos
de menos valer. Teme que los ministros de más valer intenten
utilizar el ejercicio del poder para darse a conocer.
Esta
preocupación por alejar a los políticos más capaces se aplica
especialmente a la Economía y Hacienda. Es en estos ministerios en
donde un político hábil y de cierto valer puede labrase bastante
rápidamente una reputación ante la mayoría de la población,
interesada sobre todo por la política económica y financiera, cuyo
éxito le procura una sensible elevación del bienestar.
Joseph
Schumpeter en su obra capitalismo, socialismo y democracia, asegura
“que el jefe de un partido que se encuentra en el poder tiende
naturalmente, para no verse rápidamente suplantado por uno de sus
lugarteniente, a rodearse en la medida de lo posible de mediocres”.
Supuesto que todo lugarteniente tiene teóricamente el derecho a
reemplazar a su jefe, y supuesto que existen casi siempre algunos
lugartenientes con serias posibilidades de obtener esta promoción,
con la actual confusión entre política y economía, para protegerse
contra la competencia, el jefe de un gobierno, sobre todo si no
cuenta él con una personalidad indiscutida, tenderá a alejar de los
ministerios a los políticos de valor, en especial si ambicionan un
puesto en economía.
También
puede suceder que la economía se encuentre tan deteriorada que el
que asuma su responsabilidad tendrá que tomar medidas impopulares.
Entonces el jefe del gobierno puede confiarle dicha cartera a un
político de valía para hacerle impopular.
La
cuestión es que para ser ministro no se le exige al elegido un
curriculum que demuestre los conocimientos que sobre la materia de su
ministerio posee.
Hoy,
con un país en gran riesgo de ser intervenido, se han impuesto unos
recortes que gravan sobre todo a las partidas sociales y que afectan
en gran manera a la clase trabajadora, y beneficia a la banca y al
gran capital, y en cambio no se recortan partidas como las de defensa
o en privilegios y regalías de las clases políticas.
En
fin, que lo que menos se le puede pedir a un político, es que sea un
buen gestor de los fondos públicos, en cambio ellos solo ambicionan
perpetuarse en el poder.