Desde Triana

Desde Triana

20 de diciembre de 2009

El Alcalde retratado

           
             No queremos un alcalde de mentira. Que sólo aparezca, en las fotos con nerviosa y extrañísima sonrisa. Nunca en persona, para preocuparse, serenamente, de los problemas. Que se pase, todo el día, encerrado en su autismo de despacho y asesor.

          Para todos es un extraño, va de reinaguración a proyecto virtual, sin pisar la ciudad, sin hablar con la gente. Es una indiferencia por los ciudadanos, que da escalofríos. Siempre desaparecido o en campaña, sólo escucha a los que les dicen lo soñador y positivo que es. Para todos los demás, mutismo y trinchera.

         Que lejos, está, eso de la verdadera labor política, que pobre es pensar en o conmigo o contra mí.

        ¿Qué se hace en época de crisis? Subir el IBI un 35%, no recortar tanto gasto y sueldo institucional innecesarios. No queremos un alcalde de mentiras. Mentiras e infinitas torpezas, como en la peatonalización de calle San Jacinto o en el tema de la Mezquita de San Jerónimo, ejemplos de obtusa dejadez.

          Anémica labor, la del Ayuntamiento, en hacer progresar la ciudad. Cuánta paja y que poco grano, si falta una cabeza directora, los brazos no se mueven. El ejemplo de las obras de San Jacinto. ¿Qué interesa, sólo que el alcalde aparezca sonriendo y sin avisar, con tiempo, a los comerciantes o reunirse con todos los afectados?. Que se lo pregunten a los vecinos desamparados de la calle Asunción.

          Atropellos  y retrasos inconcebibles en una ciudad normal. Todo para ponerle sordinas a temas como Merca Sevilla o la eternización de las obras de la Encarnación.

          El señor alcalde, es un ser voluble, sin convicciones fuertes, el " buen rollito", callar para no caer mal, el sonreír, y la gaseosa política progre, es lo que le ha permitido subir en el escalafón político, desde concejal por Burguillos a Alcalde de Sevilla, pasando por Presidente de la Diputación. Me alegro por él, pero está siendo nuestra condena. Hubiera sido mejor tener un gestor más eficaz, más trabajador y menos oneroso, que no le diera miedo de hablar y luchar por la gente y mejora de los barrios. Con más carácter para dirigir y con más inteligencia para entenderse con todos.

          Debería agradecer su privilegiado puesto, todos los días, con una buena labor. Eso sí que sería de verdad la construcción de un sueño y no la burla sangrante y diaria en que se ha convertido.

        

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