Con la desamortización, los edificios
que no fueron vendidos a particulares, serían cedidos por el estado
para que se destinaran a usos públicos , social y cultural. A fines
culturales y enseñanza se destinaron: los conventos de San Pedro de
Alcántara, para escuela normal; el de la Merced, convertido en museo
provincial; San Acasio como sede de la Academia; San Alberto y San
Antonio Abad para colegios; el Santo Ángel donde se instaló la
Sociedad Económica de Amigos del País, a los que habría que añadir
el de la casa Profesa de los Jesuitas donde se trasladó la
Universidad en 1771, tras la expulsión de esta Orden; a fines
asistenciales y preventivos el de San Agustín dedicado en 1837 a
presidios, el del Pópulo; y el de San Jacinto a teatro, este teatro
se llamó del Guadalquivir.
Era un edificio cuadrilongo de 30 varas
de largo ( 28 metros ) y 48 varas de ancho ( 40 metros ), el cuál
contenía además del escenario un patio con 216 lonetas, dos palcos
bajos laterales con asientos corridos hasta el número de 52, para
comodidad para los que solo pagaban la entrada. En el piso principal
estaba el palco de la presidencia y 20 asientos para el público:
había también 94 asientos de galería, figurando segundos palcos y
además 84 asientos para señoras ( no podían estar sentados juntos
hombres y mujeres ), llamados vulgarmente “el gallinero”. Estaba
provisto de vestuario, guardarropas y demás oficinas necesarias.
Este teatro se construyó a consta de un rico vecino de Triana
llamado Antonio Ruíz, y fue dirigido por el antiguo actor, Don
Joaquín Calderí. Fue inaugurado el viernes 26 de Julio ( festividad
de Santa Ana ) de 1842 con una obra dramática representada por una
numerosa compañía. Disponía también este teatro de un café y
mesas de billar, que por falta de concurrencia se hubo de cerrar,
cosa que por desgracia también ocurrió con el teatro. Al parecer no
estaban los trianeros de esa época muy duchos en este deporte de las
carambolas, deporte practicado mas bien por la burguesía y las altas
clases sociales, viendo lo cuál, podemos decir que nuestro vecino
falló en su intento de socializar un juego tan elitista en su época.
Pero por desgracia no fue su único fracaso, pues seguidamente
también tuvo que cerrar sus puertas el mencionado teatro.
Ya en 1850 se instaló una escuela para
los niños pobres del barrio que fue el embrión de lo que mas tarde
sería el colegio Nacional San Jacinto.