En 1481 tuvo principio en Sevilla el Tribunal de la Santa Inquisición y luego entraron en ella los inquisidores y oficiales del Santo Oficio;La ciudad de Sevilla se dividió en dos bandos sobre el caso, unos por parte de los inquisidores y otros en contra. Lo que causó más escandalo y maravilla fue que esta opinión tocó a los poderosos y constituidos en oficios y dignidades eclesiásticas que favorecieron la parte más dañada de esta opinión.

Para hacernos una idea de como se las gastaban los dichosos frailes inquisidores, eh aquí algunas recomendaciones dada a los verdugos sobre como han de aplicar los tormentos.
El tormento se ha de dar muy despacio y con moderación, según la calidad del delito, y el ministro no ha de hacer visajes a los atormentados, ni amenazas, ni se les ha de hablar palabra y, pareciendo que no conviene sea conocido, se mude el vestido y se cubra la cara, y han de tener gran advertencia los inquisidores que el ministro ate los cordeles de la mano izquierda y demás ligaduras, de suerte que no quede manco ni se le quiebre ningún hueso, y las vueltas que se dan en la mancuerda a los brazos no se han de dar una trás otra aprisa, sino que pase de una a otra tiempo de consideración, porque así se va metiendo la cuerda y labrándose, y hacen efecto, y si se dan aprisa no se sienten y vencen este tormento, y así mismo ha de ser en el tormento de la carrucha que se ha de dar muy poco a poco, porque si se levanta en la carrucha de presto, pasan aquel dolor de repente y después no lo sienten, y de puntilla se han de tener, de suerte que con dificultad toquen el suelo, en algún rato amonestándoles digan la verdad y levantados en alto se suelen decir tres misereres muy despacio y secretamente, amonestándoles que digan la verdad y, no diciendola, se baja y mándesele atar una de las pesas y se vuelve a levantar muy poco a poco, y en perdiendo la piedra el suelo se dicen dos misereres estando con ellas levantadas muy despacio y si estando en el potro o carrucha dijere le quiten de alto, que él dirá la verdad, no se debe de quitar hasta que comience a decirla, porque suelen decir la dirán y en quitandoles no la quieren decir, se podría aflojar o aliviar, pero no quitarle del todo hasta que haya acabado de confesar y satisfacer, y en comenzando a confesar se ha de salir de la cámara del tormento el diligenciero, y acabado el tormento se le dice que por justo respecto se suspende, con protección que si no dice enteramente la verdad que se continuará otro día.